martes, 19 de febrero de 2008

¡La Antorcha! ¡La Antorcha!

Febrero llega… y con él, el magno evento del verano, concitador de la atención del mundo del espectáculo, que, según sus organizadores, es conocido en el mundo, baluarte de la época de los grandes festivales como Benidorm, San Remo o de la OTI, lleno de calidad artística y por sobretodo, la gran entretención del verano, antes de entrar a la realidad del año que comienza oficialmente en marzo. Sí, chusma inconsciente, porque cuando Viña tiene Festival, el país parece paralizarse en esa semana, pendiente de todo lo que pasa a su alrededor. No vamos a comparar las nuevas ediciones con las de antaño... aparte de ser obvio, sería repetir lo mismo que hacen los canales de televisión desempolvando archivos. Transformado en una de nuestras tradiciones nacionales, el Festival Internacional de la Canción (nótese… de la canción) de Viña del Mar va en franca decadencia, no porque un canal deje de transmitirlo, sino que su calidad ha ido decreciendo tanto, que terminará siendo una Kermesse Internacional de la Canción…
Es deplorable ver que un certamen que debiera privilegiar la calidad de la competencia, cae en el descrédito por dar importancia a personajillos y situaciones que le quitan categoría, siendo el festín de programas baratos que sólo buscan destacar los cahuines, dimes y diretes de las pseudo estrellas anexas al Festival, llámense estas modelos, bailarines, noteros, candidatos a rey o reina y otras sanguijuelas que son el alimento de los calificados reporteros de espectáculos, a quienes se les alborotan las hormonas al ver tanta silicona con patas, dejando mal parados a los apóstoles de la prensa; y de los opinólogos, quedando en duda si se estudia para eso o bajo ese rótulo se esconden periodistas de cuarta categoría y personajes insulsos que no aportan nada con sus comentarios... Es cierto que el Festival debe tener sabor y también glamour, pero muchos de los que vienen, en vez de darle eso, le otorgan una paupérrima imagen, siendo el motivo por el cual mucha gente ya ha dejado de verlo, aduciendo que se ha convertido en una porquería. Lejanos están los tiempos en que las familias esperaban el comienzo de la fiesta viñamarina. En el olvido quedaron algunas tradiciones festivaleras que los organizadores simplemente dejaron de lado, quitándole la alegría al evento, en su intento de transformarlo en otro programa de televisión, siendo el ejemplo más patente la concha que estaba sobre el escenario, la cual fue enviada a la conch… ¡perdón!... lejos, relegada al baúl de los recuerdos. Ni siquiera el público, el tan temido monstruo de otras épocas, que decidía el éxito o fracaso de un artista sobre el escenario de la Quinta Vergara, es protagonista. Ha sido neutralizado, adormecido, domesticado y lo que es peor, idiotizado, siendo el fiel reflejo de la falta de crítica del público chileno frente a lo que imponen los medios de comunicación, cayendo en una mediocridad que le impide exigir un espectáculo de mayor realce, entregando antorchas a destajo. Sinceramente, da pena ver como a cantantes que ni siquiera debieran estar sobre el escenario, les dan una antorcha, no se sabe bien si es por lástima o para dejar satisfechos a los sellos que los promocionan. Menos cuando les entregan la Gaviota, símbolo del Festival y que, siendo exclusiva para el ganador, pasa a ser un cachureo que cualquiera puede llevarse.
¿Y qué decir de las competencias? Bueno… no sabemos quienes son los que seleccionan las canciones, quedando en evidencia su poco conocimiento musical, pues, todos los temas de este último tiempo han pasado tristemente sin pena ni gloria y lo peor, es que en el propio Festival, el jurado está conformado por entendidos a los cuales hay que aplaudir su decisión al elegir al ganador. En cuanto a la parte folklórica, está de más decir que es el pariente pobre, siempre criticado y vilipendiado ¿Por qué, señores folkloristas, no se van a potenciar el festival de Olmué y no seguir en su intento de darle chilenidad a un evento que ya no es chileno? Así se evitarían hundirse más en el elefante blanco viñamarino.
Con respecto al contacto de los artistas para las noches de jolgorio junto al mar, queda en claro que a los productores, agentes y representantes artísticos chilenos no los conoce nadie, siendo una bofetada a la nefasta propaganda esa de Viña Sale al Mundo… ahora bien, no se sabe si es Viña Concha y Toro, Viña San Pedro, o Viña Santa Clota con su cosecha Tres Tiritones, pero cualquiera de esas tres es más reconocida que nuestro alicaído certamen. ¿No les dará vergüenza a los organizadores que los artistas no quieran venir por no saber hacer contactos? ¿Y qué pasará el día en que no haya figuras de peso? Fácil, en vez de parchar con números de última hora, muestren imágenes de Cantaron en Viña un Día durante todas las noches, desde el Hotel O’Higgins, con Gaviotas de Plata en la mesa de los conductores, para entregarla a través de llamados telefónicos, a la mejor canción. Lástima que tengan que repetirse cantantes y grupos que ya han venido en otras ediciones, a cantar lo mismo de siempre y otros, bajo el majadero trato de "leyendas" vengan a dar chispazos de sus decadentes carreras musicales.
Fuera de las peleas, polémicas, y demases, el destino del Festival es incierto. Tan incierto, que cada año de licitación es una verdadera ruleta rusa, por lo cual, el concurso debieran realizarlo en el Casino y no en la Municipalidad, donde, a la hora de organizar el certamen, tiene menos peso que un paquete de cabritas. Ahora, se han juntado dos canales de televisión para transmitirlo. Como sea, ya los festivales de Olmué y La Serena están superando en calidad de competencia y show a su par de la Quinta Región, ahondando una decadencia que ya venía avisándose desde el momento en que quisieron mexicanizarlo hasta hoy… ¿Golpe de gracia? Esperemos que no. Ya el próximo año, nuestro evento cumplirá medio siglo, tristemente, sin saber qué ofrecer para tan lucido acontecimiento.
Para bien o para mal… no podemos vivir sin Viña.

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